lunes, 12 de diciembre de 2016

Libre del Encierro



Algunas personas ven los momentos de crisis en sus vidas como una prisión que las encierra.

Esas crisis pueden ser abstractas, como las dudas o el dolor existencial, la frustración, la incertidumbre o en el vacío de una vida sin propósito; o pueden ser situaciones más concretas como un divorcio, una infidelidad o la pérdida de un trabajo.

Es importante aprender que la crisis del momento que nos puede hacer sentir encerrados, prisioneros, o sin salida, tiene que ver solamente con esa circunstancia en particular pero no con la totalidad de nuestro ser.

Esto nos plantea la posibilidad de elegir qué tanto de nosotros queremos mantener en la oscuridad del encierro y liberar todo aquello que podamos para que esa sensación de libertad nos inunde y nos ayude a superar esa circunstancia que interpretamos como una prisión.

Para lograr esto es necesario utilizar la crisis que sentimos que aprisiona como una oportunidad de introspección, libres hacia adentro, en una búsqueda interna, un momento de detención del paso del tiempo para aprender de la experiencia que estamos atravesando.

Porque lo que nos encierra realmente, lo que nos limita, además de la creencia de estar prisioneros, es también el permitir que esa sensación de encierro se transfiera a las fortalezas de nuestro carácter, todo aquello que nos hace fuertes y libres, como la esperanza, el gozo, el optimismo o la fe.

Cuando se ve la crisis como un encierro, como una cárcel, nuestro cerebro puede producir imágenes relacionadas con esa comparación y esas imágenes nos limitan, y nos quitan la libertad de encontrar soluciones.

Cuando vemos la crisis como un encierro se desarrolla falta de visión, de empuje, de propósito; porque una cárcel es oscura y allí los ojos no pueden ver claramente.

Cuando vemos la crisis como un encierro, se desarrollan pasos faltos de firmeza, sin convicciones, ni seguridad; porque una cárcel es pequeña y allí los pies no pueden caminar libremente.

Cuando vemos la crisis como un encierro, nos contaminamos, nos volvemos insensibles, ajenos a lo esencial, desconectados de lo profundo; porque una cárcel es sucia y allí la ropa y la piel se contaminan.  

Cuando vemos la crisis como un encierro, desarrollamos falta de percepción e incapacidad de recibir la verdad; porque una cárcel es aislada y allí los oídos se afectan por el silencio rutinario.   

Cuando vemos la crisis como un encierro, la vida se nos va de las manos, ya no hay gozo ni entusiasmo en el corazón; porque una cárcel es un ambiente de muerte y allí la esperanza desfallece.  

Cuando vemos la crisis como un encierro, nos empobrecemos, nos faltan los recursos, y nos olvidamos que nos tenemos a nosotros mismos; porque en una cárcel hay carencias, allí el alimento y el agua faltan.

Ejercicio de aplicación:

Cuando esté  frente a una crisis no use la metáfora de la cárcel para explicar lo que le sucede.

En cambio, siga los siguientes pasos:
1.- Vea más allá de lo aparente

2.- Camine un paso extra hacia adelante

3.- Sienta la libertad de su ser y no el aparente encierro del problema

4.- Preste atención a la enseñanza que recibe en medio de la experiencia.

5.- Reviva el gozo y la esperanza

6.- Alimente los recursos que posee o desarrolle nuevos
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