En una ocasión un joven adinerado se acercó a Jesús el Nazareno y le preguntó: ¿qué haré para heredar la vida eterna? Aplicada a nuestros días esa pregunta se podría formular de la siguiente manera: ¿cómo puedo cambiar? ¿Cómo puedo ser una mejor persona en todo lo que hago? La pregunta del joven rico, aunque era una pregunta sincera, era incompleta pues no tomaba en cuenta que la vida eterna tiene que ver más con lo que somos que con lo que hacemos. Esta es la razón por la cual las Escrituras nos enseñan que “la salvación no es por obras, para que nadie se gloríe”. Jesús le ofrece al joven una respuesta en tres niveles.
La primera parte de la respuesta de Jesús fue: Los mandamientos sabes…”. Esta respuesta era como una especie de sondeo de la condición espiritual de su interlocutor. Podríamos decir que era una forma de hacerlo consciente para prepararlo para el cambio. Todo cambio se produce cuando podemos pasar de la inconsciencia a la conciencia. Para que el cambio sea total necesitamos aprender a conquistar tres niveles. Estos son: 1) el hacer, 2) el pensar y 3) el sentir. Los mandamientos que Jesús le recuerda al joven rico apelaban al primer nivel: el de las acciones. Muchas personas se quedan en este nivel y no logran el cambio total, la herencia de la vida eterna, porque no están dispuestos a seguir creciendo.
Jesús le lanza entonces a su oyente el desafío de trascender el área del hacer y avanzar a la conquista de los pensamientos. Le dice entonces: “Aún te falta una cosa: vende todo que lo que tienes…”. Realizar este cambio de prioridades requeriría de un cambio completo en la manera de pensar. Nuestra manera de actuar puede ser correcta porque comprendemos que si no hacemos el bien tendríamos que sufrir las consecuencias. Muchas veces nuestras buenas acciones están motivadas por el temor. Pero esto puede producirnos un conflicto interno mayor pues resultamos haciendo algo y pensando algo totalmente opuesto. Tratar de cambiar nuestra manera de pensar es lo que más temor produce porque tenemos la tendencia a identificarnos con lo que hacemos o con lo que tenemos. Tomar conciencia de nuestros pensamientos es poder entender que somos más de lo que vemos. Debemos aprender a encontrarnos dentro de nosotros mismos para poder crecer y estar listos para heredar la bendiciones mayores de la vida. En esta tarea de auto-reconocimiento nos vamos a encontrar con muchas cosas de nosotros que quizá no nos gustarán pero que debemos enfrentar aunque nuestros sentimientos se vean alterados.
El joven rico tuvo esta oportunidad en la última parte de la respuesta de Jesús: “…dalo a los pobres y tendrás tesoro en el cielo.”Cuando el joven tomó consciencia de sus pensamientos vio la realidad de su vida y esto le asustó. El relato bíblico concluye diciendo que “…él, oyendo esto, se fue muy triste, porque era muy rico”. La persona que no puede ver su propia condición no puede ver tampoco las necesidades de los demás. Hasta este momento del encuentro entre Jesús y el buscador de la vida eterna, no había ningún problema en el hecho de que el joven sintiera tristeza. Sus sentimientos se alteraron al considerar lo que iba a perder, la renuncia que tenía que hacer de aquello con lo cual se había identificado, el abandono de sus posesiones.
Tuvo que ser confrontado también con su avaricia, su egoísmo y su falta de misericordia. Este es parte del proceso necesario para el cambio. Pero el problema real empezó cuando el joven se fue de la presencia de Jesús. Este acto significó el abandono de la consciencia y por lo tanto, la falta de cambio. La actitud correcta hubiera sido quedarse ante el Maestro y decirle cómo se sentía y pedirle que le mostrara la manera de poder conquistar sus sentimientos y sus emociones para lograr el control total de su vida.
El joven rico se acerco a Jesús con una pregunta y un deseo. El Maestro le dio una respuesta y la forma de alcanzar ese deseo. Pero el joven rico decidió continuar en la ignorancia y la inconsciencia, en la oscuridad. Aprendamos a llevar esta oportunidad de cambio a nuestras acciones, a nuestros pensamientos y a nuestros sentimientos y recibamos las bendiciones que esto produce en nosotros aquí y ahora.
Junto contigo en el camino,
Junto contigo en el camino,
Coach Alex