El Cofre Vacío: Cuando lo que das se pierde donde no hay retorno
Hay historias que parecen simples cuentos. Pero otras —como la que estás a punto de leer— funcionan como espejos: nos reflejan sin pedir permiso. Te advierto algo desde ya: si alguna vez sentiste que dabas y dabas hasta quedar vacío... este relato podría tocarte más de lo que imaginas.
Un regalo con advertencia
Amira no buscaba reconocimiento. En su pequeña aldea era conocida por ayudar a quien lo necesitara. Siempre tenía una sonrisa a la mano y una sopa caliente en la estufa. Un día, mientras cuidaba a un anciano enfermo en el mercado, una mujer de rostro arrugado y mirada penetrante le entregó un cofre de madera tallada.
—Guárdalo bien, dijo la anciana. Y asegúrate de que no tenga fondo doble.
Amira sonrió, sin entender del todo. Pero aceptó el regalo como aceptaba todo en la vida: con el corazón abierto.
El cofre comienza a llenarse… y vaciarse
Poco después conoció a Elías. Él parecía un suspiro perdido que por fin había encontrado aire. Encantador, frágil, necesitado. De esos que saben pedir sin decir palabras. Amira, cómo no, le ofreció apoyo, tiempo, comprensión. Cada palabra de aliento era una moneda simbólica que ella depositaba en el cofre.
Y sin embargo… nunca bastaba. Elías siempre requería más.
Más compañía. Más ayuda. Más energía.
Y el cofre —aquel bonito objeto que parecía mágico— seguía vacío. Ni una sola moneda quedaba adentro. Como si todo desapareciera. Como si todo se esfumara apenas tocar el fondo.
¿Te suena conocido?
Cuando el dar se convierte en drenaje
Hay relaciones, proyectos o trabajos que parecen cofres valiosos. Pero si no prestas atención, podrías estar alimentando un fondo doble. Uno que traga sin saciarse, que consume sin devolver, que recibe sin honrar lo recibido.
No es cuestión de dejar de dar. Es cuestión de observar a quién, cuánto, desde dónde y con qué expectativa.
Amira comenzó a notarlo. Cada vez que invertía en Elías, ella terminaba más agotada. No por dar —sino porque su dar se volvía invisible. Ni un “gracias”, ni una señal de cambio. Solo más necesidad.
El quiebre inevitable
Una noche, mientras el silencio pesaba más que el sueño, Amira abrió el cofre. Lo examinó con cuidado, golpeó sus paredes, tocó el fondo… hasta que un ruido hueco la hizo sospechar.
Rompiendo una pequeña tabla descubrió una trampilla. Un fondo falso.
Las monedas, aquellas representaciones de su amor, su tiempo, sus cuidados… todas se habían deslizado por un canal oculto. Habían desaparecido en un espacio sin retorno. En la madera estaba grabada una frase:
“Lo que no es correspondido, desaparece.”
Y ahí, en el centro del dolor, apareció la claridad.
¿Y si el cofre no es el problema?
A veces, no es que tú ames demasiado. Es que el otro no sabe recibir. O no quiere. O no puede. O simplemente, no le importa.
Eso no te hace débil. No te convierte en ingenuo. Solo significa que tienes que reparar tu cofre. Cerrar el fondo doble. Ponerle estructura a tu entrega.
Amira enfrentó a Elías. Él se fue sin oponer resistencia. Porque quienes se acostumbran a recibir sin dar, también huyen cuando se les pone un límite.
Después, volvió donde la anciana. Esta la esperaba, como si supiera que ese momento llegaría.
—¿Entendiste ya? —le dijo.
Amira asintió. Y, con sus propias manos, selló el fondo. Desde ese día, usó el cofre para guardar lo que sí tenía valor: semillas para su huerto, cartas de sus alumnos, dibujos que los niños le regalaban.
Y ese cofre, por fin, comenzó a llenarse de verdad.
¿Te has quedado con el cofre vacío?
Hablemos sin rodeos: hay momentos en la vida en los que te das cuenta de que llevas años invirtiendo donde no hay retorno. Puede ser una relación, un trabajo, una amistad o incluso una versión antigua de ti mismo que ya no tiene sentido mantener.
Entonces… ¿qué hacer?
No se trata de volverse egoísta, sino de volverse consciente.
Y sí, cuesta. Porque decir “ya no más” a lo que te hizo sentir útil también duele. Pero en ese duelo nace algo poderoso: el respeto por tu energía, tu tiempo y tu valor.
Algunas preguntas que podrían abrir tu propio cofre
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¿Dónde estoy dando más de lo que recibo?
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¿Qué me impide poner límites claros?
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¿Mi forma de dar está conectada con el amor… o con el miedo a no ser suficiente?
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¿Quiénes sí valoran lo que entrego y me invitan a crecer con ellos?
El arte de cerrar el fondo doble
Reparar un cofre emocional no es solo un acto simbólico. Es una práctica constante.
✔ Decir que no sin culpa.
✔ Observar si tus actos vienen desde el deseo o desde la obligación.
✔ Recordarte que mereces reciprocidad, no como un premio, sino como un derecho emocional básico.
Porque tu energía también es sagrada
Podrías pensar: “Pero ¿y si un día sí cambia? ¿Y si después agradece?”
Y claro… todo es posible.
Pero también es posible que no.
Y la pregunta que queda es: ¿quieres seguir vaciándote mientras esperas?
Un final que es un comienzo
Amira aprendió a dar distinto. No menos, no con miedo, sino con conciencia. Su cofre, ahora completo, sigue llenándose con cosas pequeñas: palabras sinceras, abrazos reales, momentos que no desaparecen.
Porque cuando lo que das encuentra eco, el cofre se convierte en altar.
Y tú, ¿cómo está el fondo de tu cofre?
Del Relato a la Resolución
Si sientes que estás dando más de lo que recibes, que tu energía se desvanece en relaciones o situaciones sin retorno, tal vez ha llegado el momento de reparar tu propio cofre interior.
Si deseas dar un paso más profundo y trabajar este tema —o cualquier otro que toque tu alma— en una sesión personalizada de coaching, actúa ya y programa una sesión hoy mismo. Será un placer caminar contigo hacia una forma de dar más consciente, plena y equilibrada.
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Hasta la próxima entrega,
Coach Alexander Madrigal
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